domingo, 31 de agosto de 2008

CAMPO DE TRABAJO DEL COLEGIO MAYOR PEÑAFIEL EN PERU (I)

Salimos el 4 de julio del Colegio Mayor Peñafiel hacia Perú. Llegamos a Lima a las 5 ó 6 de la mañana, y después de dejar las maletas en el Club Saeta, donde nos prestaron el gimnasio para dormir ese día, fuimos a ver el centro: plaza de Armas, iglesia de S. Francisco, etc. José Alberto, peruano amigo de José Manuel, nos llevó a comer a un restaurante chino, que allí se les llama “chifas” para comer arroz “chaufa” y otras especialidades. Ahí se produjo el primer encuentro con la inca cola, que acabó teniendo gran éxito entre los integrantes del equipo.

Al día siguiente, una “combi” (concepto similar al de furgoneta, pero mucho mas enriquecido desde el punto de vista del continente y del contenido) nos llevó a Cañete, que es una pequeña ciudad a unos 140 km. de Lima, cerca del mar. La primera noche dormimos –un poco escasos de espacio- en una casa que nos prestó una familia, con loro hablador incluido. Pero a partir del lunes ya nos trasladamos a un colegio-residencia con espacio de sobra en un pueblo cercano, “Cerro Alegre”. Desde ahí nos recogía una combi por las mañanas, antes de las 9 y nos devolvía por las tardes, a eso de las 5, todo ello coordinado por gente del instituto Vallegrande. El trabajo consistía en hacer de peones de la construcción. El primer día acabamos baldados, y en general, todos los días llegábamos derrengados, aunque algunos, como Chema o José Emilio (por su mayor resistencia a la fatiga, sin duda) eran capaces de jugar al fútbol o futbito en la cancha del colegio casi todos los días.

Aprendimos bastante: a hacer cemento, a preparar los hierros del encofrado, a… llevar carretillas, a utilizar los picos y las palas…. Estuvimos apoyando la construcción de varias casas de materiales “nobles” (ladrillo y cemento) en la Quebrada, un poblado donde el terremoto de agosto del año pasado provocó que seiscientas de las setecientas familias que viven allá se quedaran sin casa. Lógicamente, trabajamos codo con codo con los dueños de cada casita y sus familiares, que nos sacaban “gaseositas” o nos llevaban comida, además de que todos los días, Rocío nos hacía una comida buenísima, típica de la zona (Rocío es una más entre los muchos negros de Cañete: las viejas haciendas tenían muchos esclavos negros cuyos descendientes se mantienen en la zona). Ahí se demostró la capacidad de trabajo de José Emilio, la perfecta conducción de la carretilla de Tomás (que, al margen de eso, era el proveedor del ahuyenta-mosquitos de todo el grupo), la fuerza bruta de Ramón para trabajos de levantamiento de piedras y similares, la pericia de Raúl para conseguir la mezcla perfecta para lograr el “concreto”, la sonrisa de Chema, la capacidad de Chente para las relaciones públicas, las buenas gestiones de José Manuel, el protagonismo de Chaskis… etc. y, en general, la capacidad de todos para lidiar con “Carlitos”, un “chivolo” divertido e hiperactivo que necesitaba un regimiento para controlarlo. Por cierto, algo que llama la atención del poblado es que no se ven gatos, sólo perros: al parecer, se debe a que por Santa Ifigenia son las fiestas del poblado y matan y cocinan todos los gatos que encuentran… Y, al parecer, no están nada mal (aunque nosotros ni los probamos…).

PRIMERA CRÓNICA DEL CAMPO DE TRABAJO DEL COLEGIO MAYOR PEÑAFIEL EN POBLACIONES DE CAÑETE Y YAUYOS EN EL VERANO DE 2008

1 comentario:

Anónimo dijo...

No se dice nada en la crónica de los pequeños problemas gastro-intestinales de algunos... pero al parecer tuvieron su importancia en la productividad, por lo que nos han contado...